El arte de la seducción by Robert Greene
autor:Robert Greene [Greene, Robert]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Autoayuda
editor: ePubLibre
publicado: 2001-03-15T00:00:00+00:00
Interpretación. ¿Quién seducÃa a quién? El seductor fue Sukarno, y su seducción de Adams cumplió una secuencia clásica. Primero, eligió a la vÃctima correcta. Una periodista experimentada se habrÃa resistido al señuelo de una relación personal con el sujeto, y un hombre habrÃa sido menos susceptible a su encanto. AsÃ, Sukarno seleccionó a una mujer, y a una cuya experiencia periodÃstica residÃa en otra área. En su primera reunión con Adams, él emitió señales contradictorias: fue amigable, pero sugirió otro tipo de interés también. Luego, habiendo infundido una duda en la mente de ella («¿Acaso él sólo quiere una aventura?»), procedió a ser su reflejo. Cedió a cada uno de sus caprichos, plegándose cada vez que ella se quejaba. Ceder ante una persona es una forma de penetrar su espÃritu, permitiéndole dominar por el momento.
Quizá las proposiciones que Sukarno le hizo a Adams mostraban su incontrolable libido en acción, pero tal vez eran más ingeniosas. Ãl tenÃa fama de donjuán; no hacerle una proposición habrÃa herido los sentimientos de ella. (A las mujeres suele ofenderles menos de lo que se cree el hecho de que se les considere atractivas, y Sukarno era lo bastante listo para haber dado a cada una de sus cuatro esposas la impresión de que era la favorita). Habiendo cumplido con las proposiciones, él avanzó en el espÃritu de Adams, asumiendo el aire informal de ella, e incluso feminizándose levemente al adoptar su color de cabello. El resultado fue que Adams decidió que él no era como ella habÃa esperado o temido. No era amenazador en absoluto, y, después de todo, ella era la que estaba al mando. Lo que Adams no advirtió fue que, una vez bajadas sus defensas, él comprometió enormemente sus emociones. No habÃa sido ella quien lo encantó a él, sino al contrario. Sukarno logró lo que se habÃa propuesto desde el principio: que sus memorias personales fueran escritas por una extranjera receptiva, quien dio al mundo un retrato más bien atractivo de un hombre del que muchos desconfiaban.
De todas las tácticas de seducción, penetrar el espÃritu de alguien es quizá la más diabólica. Da a tus vÃctimas la impresión de que te seducen. El hecho de que cedas ante ellas, las imites, penetres su espÃritu, sugiere que estás bajo su hechizo. No eres un@ seductor@ peligros@ del@ cual precaverse, sino alguien obediente e inofensiv@. La atención que les prestas es embriagadora: como eres su reflejo, todo lo que ven y oyen en ti reproduce su ego y sus gustos. ¡Qué halago para su vanidad! Todo esto prepara la seducción, la serie de maniobras que alterarán radicalmente la dinámica. Una vez depuestas sus defensas, ellas estarán abiertas a tu influencia sutil. Pronto empezarás a adueñarte del baile; y sin notar siquiera el cambio, ellas se descubrirán penetrando tu espÃritu. Entonces se cerrará el cÃrculo.
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